VIEJA GRADA ELEVADA

Mauro Silva, también dimisión

RCDEPORTIVO

En tiempos de fugacidad, la palabra escrita todavía mantiene una diferencia sobre la hablada. Aquello que se puede leer semeja más formal y duradero, cabría entender que por ello incluso más riguroso. Durante años se le dio ese valor. La lectura es selectiva y ofrece la opción, tantas veces despreciada en la actualidad, de la pausa. Lo oral es proclive a lo fútil o a la desatención. Todavía hoy unas líneas de texto adquieren una pátina de certidumbre y autenticidad. Lo escrito persuade más.

Este jueves el deportivismo se sobresaltó con una noticia ofrecida por La Voz de Galicia a través de su edición digital: varios de los principales accionistas en el Deportivo le habían ofrecido a Mauro Silva la posibilidad de liderar el club desde la presidencia. Pocas figuras deben suscitar mayor consenso que el futbolista votado en su día por los aficionados, a través de una multitudinaria encuesta en la web blanquiazul, como el mejor de la historia del club. Mauro es intachable por muchos aspectos. Aquellos que tratan de emborronarlo lo tienen complicado. En todo lo referente a lo futbolístico, al respeto al juego, a como se gestiona, a esos valores que algunos se llevan a la boca tan pomposamente a pesar de que jamás los hayan ni rozado, en todo eso estamos ante una personalidad referencial, un modelo. Y tenemos la suerte de que anidó durante trece inolvidables campañas en Riazor. Lo expresó en su día el periodista Santiago Segurola cuando explicó que si la Liga española tuviese un logotipo al estilo del que tiene la NBA la silueta elegida debería ser la de Mauro Silva, al estilo de como los americanos eligieron la de Jerry West. “Para mí representa lo mejor del deporte, del fútbol. Su comportamiento fue modélico, hasta el punto de que todas las aficiones le respetaban y admiraban”, matiza Segurola.

Horas después de que saltase la noticia, y a la espera de conocer el final de este nuevo episodio de la agitada marea por la que navega el Deportivo, me llegó por varias vías la sorpresa ante alguna crítica leída en las redes sociales por la posibilidad de que Mauro Silva se incorporase al club. “Los trolls”, se concluía para explicarse lo que ocurría.

Durante más tiempo del aconsejable en el entorno del Deportivo, quizás también en su interior, se ha estado pendiente de este tipo de opiniones tan minoritarias como irrelevantes porque además en muchos casos obedecen a intereses espurios o se emiten desde el desconocimiento. En el 99% de las ocasiones se les atiende para esbozar una sonrisa o en el peor de los casos para transitar hacia el estupor. Un compañero sostiene desde hace años que quien esto escribe ejerció de granero del que partió el pienso para alimentar esas voces, que en realidad engordaban con otro tipo de carnaza. Asumo mi culpa propagandística, también en sentido opuesto, en el desgaste que me supuso desnudar alguna de ellas y mostrar sus ropajes. Pocos dudan ya del palo del que van, aunque no todos perciban lo que buscan.

La unanimidad no existe. Menos en el fútbol. Que la directiva que ahora está de salida obtuviese el 99,8% del apoyo accionarial en la última Junta jamás evitó que hubiese gente emboscada para derribarla. Son mucho menos de los que dicen ser. José Gerardo Fernández explicaba esta semana en su ineludible cita de lunes a viernes en Inter Coruña que 200 tipos han conseguido imponerse a 25.000. Quizás haya matices. Puede que muchos de los que integran la mayoría hayan considerado, seguramente con motivos, amortizada a nivel futbolístico la directiva que lidera Tino Fernández. Por ahí cabe encontrar el detonante de su salida. Al Consejo de Administración del Deportivo, singularmente su presidente, le desilusionó el devenir de la pelota, se hartó también de los reproches, del insulto y la amenaza, de la mentira que afectaba a lo personal y a lo profesional. Pero su desvalorización dependía de la pelota. Porque la unión, esa tan cacareada unión, es una cuestión futbolística. Si el equipo estuviese donde está el Getafe habría unión, con Tino presidente, las nostalgias en su casa y los trolls en la de todos.

En los últimos años a través de las redes sociales hubo quien se ha atrevido a censurar a quienes celebraban permanencias que en algún caso rozaron la heroicidad, con un club casi en demolición, milagros futbolísticos en los que tuvo que ver también la fortuna de encontrar campeonatos con tres equipos peores. Se festejó con sordina un ascenso, en 2014, pleno de mérito en una campaña que comenzó con juveniles en las alineaciones días después de que los futbolistas se declarasen en huelga por los impagos y se negasen a jugar un amistoso en Portugal. A Tino y los suyos siempre hubo unos pocos que les estuvieron esperando, siempre hubo quien se apostó dispuesto a emborronar porque llegaron con el pecado original de haber relevado a Lendoiro, conviene no olvidar que con el apoyo de una amplia mayoría de deportivistas. Y decidieron irse porque en un mal momento la ilusión flaqueó, pero sobre todo y ante todo porque se dieron cuenta de que nada iba a cambiar, de que aún en el caso de que el equipo llegase al final de esta temporada al ascenso no iba a cesarse de poner palos en las ruedas (días antes de la renuncia del Consejo se debatía incluso en tertulias radiofónicas sobre si entrar en play-off era un fracaso) y que en una eventual pelea por la permanencia en Primera nada cambiaría. Si unos pocos se consideran ganadores en toda esa liza que no duden de haber obtenido la victoria más pírrica.

En ese contexto, también en la idea cada vez más necesaria de que los clubs de fútbol den el peso que se merece a las glorias históricas del mismo y enfilar hacia ejecutivos que entiendan el fútbol y les complementen, la búsqueda de una figura como la de Mauro Silva no es baladí. Es un guiño a todo el deportivismo, incluso al que no se ha conseguido integrar en los últimos años. A veces la palabra escrita puede llegar incluso a competir con el recuerdo de lo vivido hace veinte años. Conviene no flaquear ante esa disputa. Mauro Silva debería de ser inmaculado para el deportivismo, tanto que hasta da vértigo que un ídolo como él pueda verse enfangado en esta selva contemporánea. Los trolls tienen un problema: si también discuten a Mauro, si Mauro no les vale, si Mauro es un submarino tinista, un vendido o un mamador, si ya se pide la dimisión de Mauro antes de que conteste con un improbable sí, si el listón se sitúa a esa altura dejaremos incluso de leerles para echar unas risas. Porque a ese nivel ya ni gracia hacen.

 

Mauro Silva, también dimisión
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