VIEJA GRADA ELEVADA

Cuando el Dépor se llevó ocho goles de La Rosaleda

Aquella tarde el Deportivo hizo historia. De la peor. Nunca en un partido de liga había recibido tunda semejante el equipo. Acabó en un 8-0 y pudieron ser más en La Rosaleda ante el líder de la Segunda División. Nadie se lo esperaba en aquella temporada 1981-82, la del regreso tras el purgatorio de la Segunda B. El equipo marchaba noveno en la tabla y se había enderezado en base a su fortaleza en casa tras un inicio que le había costado el puesto al técnico Pepe Martínez. Al comando estaba Luis Rodríguez Vaz, que nada más hacerse cargo del equipo en la undécima jornada decidió subir al primer equipo a los dos mejores futbolistas que dirigía en el Fabril: Vicente Celeiro y Jaime Agulló, que apenas tenían 19 años.

Aquel era un Deportivo en reconstrucción, el embrión de algo interesante. Al equipo habían llegado varias piezas interesantes. Moreno y Peralta reforzaron el centro del campo y conformaron una línea excepcional con José Luis. Carreras llegó para reforzar el lateral derecho y el Real Madrid cedió al prometedor central Perez Durán. Era un equipo joven. Apenas Pancho García frisaba la treintena.

En el mes de marzo el equipo transitaba con relativa tranquilidad en la tabla, lejos del ascenso, pero también siete puntos sobre el descenso en una competición que apenas daba dos puntos por victoria. La visita a Málaga no se percibía como sencilla, pero tampoco se esperaba una hecatombe. La anterior salida había acabado con una derrota por la mínima en Vigo y antes del derbi se sacó un empate sin goles en Almería. El Málaga acababa de perder en Sabadell. “Por ese motivo no va a ser fácil”, previno Rodríguez Vaz. El equipo emprendió camino a la Costa del Sol dos días antes del partido. Autocar hasta Madrid y tren hasta el destino final. Todo un día de viaje hasta establecer el cuartel general en el Hotel Riviera, en primera línea de la playa de Benalmádena.

El partido se jugó un domingo, 14 de marzo, bajo un intensa solana. A los ocho minutos llegó el primer gol, el segundo vino tras un penalty a la media hora y un minuto después llegó el tercero. Tras el descanso vino la sangría, cinco tantos más. Peribaldo Santos, un delantero brasileño que había llegado a Barcelona para fichar por el Espanyol y acabó en Málaga, anotó tres goles. Fue su gran día. En La Rosaleda le reprochaban que cuando marcaba gol lo celebraba con pasos de samba. Aquel día bailó por malagueñas. También marcó tres tantos Serrano, un delantero que había llegado procedente del Granada a un equipo de canteranos que al final de la temporada festejó el ascenso.

“Me molestaba el sol”, se excusó al final del partido Jorge, el portero del Deportivo, un digno sucesor de los históricos parrochos, capaz de lo mejor y de lo peor. Vaz quiso explicar lo inexplicable: “El primer gol fue de fortuna, el segundo un penalty por una mano involuntaria, el cuarto llegó en fuera de juego. Con el paso de los goles perdimos los papeles”. Jorge completó las disculpas. “Les salió todo perfecto, tiraban auténticos obuses, cuatro goles entraron por toda la escuadra”. El diario Sur tituló: “El mayor espectáculo del mundo”.

En A Coruña llovieron las críticas, pero Vaz terció: “Fue un accidente”. Dos años antes Vujadin Boskov había dejado una frase para la historia en un amistoso que perdió 9-1 el Real Madrid en Munich contra el Bayern. “Es mejor perder un partido por nueve que no nueve partidos por uno”. A algo así se agarró el técnico coruñés, que garantizó que no iba a hacer una revolución en el once. El equipo siguió con su trabajo diario en el campo de la Torre y el viernes acudió al balneario de Arteixo para el preceptivo baño y masaje habitual en la época. Allí acudió la directiva a dar ánimos. Quizás había que dárselos también al club, sumido en una interinidad tras la dimisión del presidente Antonio Álvarez hacía mes y medio. Manuel Enríquez dirigió la entidad durante cuatro meses hasta que Jesús Corzo Sierra asumió el cargo unos días antes de que A Coruña se estrenase como sede mundialista.

El paso de los días calmó los ánimos. Y Vaz decidió repetir equipo en la jornada siguiente, en Riazor, contra el Alavés. Jorge repitió en la meta. Carreras, Piña, Pérez Durán y Silvi formaron la zaga; el mediocampo se recitaba de carrerilla con Moreno, Peralta y José Luis; en la delantera actuaron Vicente, Traba y Muñoz. En Málaga había entrado de refresco en esa línea el ferrolano Alfonso Castro, contra el Alavés quien tuvo la oportunidad fue Albiol. El Deportivo ganó 4-1 y se marchó ovacionado del estadio. “No había motivo para cortar cabezas”, explicó Rodríguez Vaz.

Pero aquel batacazo sigue en la historia del club. Años después, en la campaña 2015-16 le igualó otra derrota por ocho goles, esta vez en casa contra el Barcelona. Son los dos tropiezos más groseros del Deportivo en la Liga. No la mayor derrota de la historia. Esa data se produjo el 2 de diciembre de 1928 en partido del Campeonato de Galicia contra el Celta. Ganaron los vigueses 13-0 y el Deportivo acabó el partido, entonces se permitía, con cinco hombres sobre el campo.

Cuando el Dépor se llevó ocho goles de La Rosaleda
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