Me gustaría hacer un simple ejercicio de memoria alrededor de la figura de Pedro Mosquera, futbolista cuya salida algunos celebrarán como si fuera el séptimo título del Deportivo. Me gustaría porque vivimos en una sociedad futbolística llena de dinero y egos, pero también de demagogia, y en ocasiones muy barata. Sería una misión interesante recopilar todas las veces que se nombran las palabras “compromiso”, “escudo” o “colores” en las frases de varios de los responsables de este populismo balompédico, que por obra de la ironía deseaban con fuerza la marcha de un hombre que ha demostrado sus peticiones con hechos. ¿Qué pasa entonces? Pues que Mosquera podría haber jugado mejor. Una auténtica falacia que al final destapa lo inevitable: el buen o el mal rendimiento es, en la inmensa mayoría de los casos, el que te hace merecedor o no de los aplausos de la gente. Por eso, al principio, Florin Andone y Emre Çolak eran vitoreados en Riazor. El paso del tiempo descubrió a ambos, pero otros, todavía vapuleados por algo tan relativamente normal en el fútbol como un bajón de prestaciones (es incuestionable que muy duradero), seguían ahí mientras aquellos ovacionados se largaban de A Coruña con el rabo entre las piernas y aprovechando la primera oferta interesante que aterrizara en Plaza de Pontevedra.
Todos somos perfectos cuando vienen buenas, pero quedamos al descubierto cuando vienen malas. Eso es lo que define realmente el compromiso de un futbolista con el club que defiende. A Andone y a Çolak, por continuar con esos dos nombres concretos, se les vio un plumero bastante diferente al que enseñaron durante su primera temporada. A Mosquera no le cambió en absoluto.
Desafortunadamente para él y para el Deportivo, Pedro ofreció un rendimiento tan alto en su primer medio año como blanquiazul que acabó por malacostumbrar a todo el mundo. Hacía años que Riazor no veía un centrocampista con las cosas que tenía él: calma, capacidad de organización, pases precisos en corto y en largo… Si había una cosa en la que podía mejorar, eso era el disparo. Hacía tan bien lo demás que era una anécdota. Lo tenía casi todo hasta que, tras la primera demostración de compromiso que procederé a recordar a continuación, bajó drásticamente este colosal rendimiento. Mosquera, un coruñés casi de Madrid que hablaba gallego con acento mesetario, optó por quedarse en el Dépor cuando el Valencia se interesó más que seriamente por él en el mercado de invierno de 2016. Esto para empezar. Le ofrecían un pastón, hablando en plata, y un proyecto deportivo objetivamente más interesante que el coruñés. ¿Qué hizo? Renovó hasta 2021. Con una mejora de contrato, sí, pero también con un salario muy inferior al que le ofrecían por las orillas del Mediterráneo. Se puede continuar la lista de demostraciones de compromiso con un hecho un poco más reciente y ya insinuado anteriormente, que es la decisión de Pedro de quedarse en el equipo tras el descenso a Segunda División de 2018. Fue, exactamente, el 18 de julio. Más tarde le seguirían por el mismo camino otros jugadores como Fede Cartabia, hombre que actualmente también corre por la cuerda floja de la salida.
Sería una misión interesante recopilar todas las veces que se nombran las palabras “compromiso”, “escudo” o “colores” en las frases de varios de los responsables de este populismo balompédico, que por obra de la ironía deseaban con fuerza la marcha de un hombre que ha demostrado sus peticiones con hechos
No acaba ahí la cosa, sino que la rescisión de su contrato viene de la mano de una cantidad ingente de dinero perdonada, una cifra que legalmente le correspondía y podía reclamar con todo su derecho. Aunque el comunicado del Deportivo da a entender que la extinción de la vinculación se origina unilateralmente en Plaza de Pontevedra, la Cadena Ser afirmó que el hecho se produce de mutuo acuerdo con el indulto de este dinero incluido. Un tercer gesto que vuelve a poner en liza el único aspecto con regularidad de la etapa de Mosquera en el Deportivo: el compromiso y el respeto por el escudo, tan solicitado por el aficionado “del pueblo” actual. Gesto, por cierto, que ni siquiera ha devuelto el club con algo tan sencillo como mencionar la cifra perdonada por su ya exjugador en el comunicado oficial de turno. Tan de turno que parecía venir de una lista de plantillas de los ordenadores de Plaza de Pontevedra. Carpeta “Comunicados”, archivo “Jugadores rescindidos” y a publicar. Próximamente, si Fede Cartabia es traspasado, se utilizará la de “Jugadores vendidos”. Pero en fin, son otras vicisitudes. Lamentablemente -por lo menos para mí- ya no son las de Pedro Mosquera. A él solo le puedo desear toda la suerte del mundo.
Un argumento a favor de la alegría fruto de esta salida irá por el más que mencionado rendimiento del jugador tras la renovación hasta 2021, y como también comenté, eso es incuestionable. Veo necesario diferenciar, aún así, la exigencia de la Primera División de la que existe en Segunda. Y ahí Mosquera lo tenía todo para, con continuidad, volver a ser el que fue o como mínimo una pequeña parte de aquel maravilloso futbolista. Aunque este -ya imposible- regreso a la genialidad ocurriera en una categoría inferior. Se deslizará otro argumento en contra suya por no haber destacado durante la concluida temporada, pero como buen gallego a eso contesto con algunas preguntas. ¿De verdad le han dejado contar con la continuidad que tanto necesitaba? ¿Por qué unos jugadores tenían un colchón mucho más mullido y voluminoso a la hora de cometer errores y mientras Mosquera se las tenía que apañar con un cojín de coche? ¿Por qué en partidos en los que su presencia podía ser más que factible, por exigencias del guion y/o bajas, esos otros siempre estaban al principio de la cola? ¿Ha protagonizado el ya exdeportivista algún partido merecedor de grada, lugar que tanto ha pisado durante el curso? Mis respuestas personales, en orden, serían “no”, “no lo sé”, otro “no lo sé” y un segundo “no”.
Sea como sea, lo más probable es que el coruñés de acento madrileño defienda otras rayas azules. Esta vez, acompañadas de rojas. Si el equipo con esa combinación de colores ya era un obstáculo muy importante a la hora de perseguir el ascenso, ahora lo es mucho más. Espero que el Deportivo haga un pequeño ejercicio de reflexión sobre cómo ha gestionado todo lo concerniente a este jugador una vez resuelta la mejora de contrato de aquel enero de 2016. Un club medianamente normal no debería permitir otro caso así.