El pasado mes de junio el Hamburgo comunicó a sus aficionados que iba a retirar el reloj que marcaba orgulloso en su estadio el tiempo que había estado en la máxima categoría del fútbol alemán sin jugar en el escalón inferior. Fue el último equipo teutón en probar ese amargor, descendió hace un año al mismo tiempo que el Deportivo. Y como el equipo de nuestros desvelos tampoco pudo recuperar la categoría de inmediato. Ni siquiera se clasificó para la promoción. Bern Hoffmann, presidente del club que guarda en sus vitrinas una Copa de Europa, una Recopa, seis Ligas y tres Copas, el mismo en el que jugaron Beckenbauer, Keegan, Uwe Seeler, Kaltz o Félix Magath, explicó los motivos de sla decisión: “No nos ayuda mirar siempre a nuestro pasado ni estar tan pendientes del retrovisor. Queremos alinearnos con el futuro”.
La próxima primavera el deportivismo recordará que 25 años atrás José Ramón alzó su primer título la Copa del Rey y que Arsenio se fue de Riazor sin mirar atrás. Se cumplirán dos décadas exactas del inolvidable título de Liga. Iremos al santoral habitual durante los últimos años: el 6 de marzo es del día del Centenariazo, el 7 el de la gran remontada, la del PSG en Riazor. Justo un mes después conmemoramos el 4-0 al Milán. En fin, el próximo 4 de mayo se cumplirán 15 años de la semifinal de Champions contra el Oporto. Lo cierto es que, inevitablemente, miraremos el retrovisor mientras nuestro equipo, que sigue siendo el Deportivo, se estará batiendo para dar el salto que tanto necesita a la máxima categoría. Como ese Hamburgo que ha decidido apagar el reloj.
El pasado debe estudiarse, explicarse y hasta escribirse, conocerlo y mostrarlo, enorgullecerse. También debe gestionarse porque lo previsible es que, en un escenario que ha cambiado de manera radical en apenas tres lustros, el Deportivo jamás volverá a estar a aquella altura. Parece que fue ayer, pero ni siquiera fue antes de ayer sino hace 15 años. Identificar quién eres y donde estás no es sinónimo de mediocridad sino de inteligencia. Durante años el deportivismo asumió que su horizonte se había rebajado, el estadio se vació, pero en general se aceptaron las nuevas limitaciones, que por otra parte tenían bastante que ver con el potencial de una entidad a la que en 2004 Augusto César Lendoiro sacudió con una petición, la de ampliar capital para poder seguir siendo, explicaba el presidente, competitiva al máximo nivel. Entonces estaban vigentes las rebajas en los abonos para aquellos que adquiriesen acciones, pero la respuesta de la gente fue menos que tibia y ni mucho menos tuvo que ver con la de 1992 cuando, para guardar la butaca en el estadio, los socios nos apresuramos a convertirnos en dueños del club. Ahora le llaman capitalismo popular.
El Deportivo es hoy un equipo de Segunda División, repetirá ahí después de treinta años sin hacerlo y su director deportivo, Carmelo del Pozo, tiene por delante el reto de conformar un equipo que compita por recuperar la máxima categoría. Debe lograrlo sin la nutritiva ayuda al descenso y por alguno de los manuales existentes. Hay uno, exitoso, que explica que para que un equipo de la nobleza pueda competir con la aristocracia debe comprar bien y vender mejor, pero no dejar de hacerlo. Solo así podrá tener equipos por encima de su nivel de ingresos, que en realidad es lo que hizo en su día el mejor Deportivo, pero con otras armas que ahora no se permiten. Ese es el desafío que debe plantearse ahora el club, el que durante años han validado equipos como Sevilla, Oporto o Villarreal. O a otra escala el Eibar. Quienes no han vendido, o lo hicieron tarde y mal (Andone), acabaron por caer.
En sus primeros 17 años en el Sevilla, Monchi logró captar para su club más de 300 millones de euros. Algunos de los futbolistas que traspasó aumentaron o mantuvieron su nivel tras dejar el equipo. Lo asumió. Sergio Ramos, Dani Alves, Rakitic, Reyes, Baptista… El Sevilla traspasó a futbolistas que estaban en el pico de la ola: Navas, Negredo, Poulsen, Adriano, Aleix Vidal, Bacca, Krychowiak, Gameiro, ahora Sarabia. Pero ha conseguido mantener su nivel competitivo con una continuidad que jamás había alcanzado a lo largo de su historia. La edad de oro del Sevilla llegó cuando supo comprar, vender y volver a comprar. Monchi está de vuelta y a ello se aplica. “Mi secreto es acortar al máximo la suerte con un buen scouting. El fichaje perfecto fue el de Dani Alves, un desconocido que creció y lo vendimos”, explica.
Comprar, vender y volver a comprar. Y vender. Sólo así el Deportivo podrá tener equipos por encima de su nivel de ingresos
Buena parte del deportivismo se sobresalta ante la posibilidad de que Edu Expósito, un excelente futbolista con una treintena de partidos en el fútbol profesional, pueda salir del club por 4 millones de euros. Algunos de los impresionables son los que criticaban hace tres años que el club le diese la manija de su filial a un veinteañero catalán. Era el Fabril de los catalanes. Miremos, pues, al dinero. Hace un año el Deportivo pagó la cláusula de rescisión de un delantero, también criticado y minusvalorado a su llegada. Quique González marcó 16 goles. Costó 1,7 millones de euros. El gol se paga. El Getafe, que disputará competición europea, acaba de abonar a tocateja la cláusula de rescisión de Enric Gallego, seis millones de euros que engrosarán el gasto para salarios del Huesca, que será rival del Deportivo y hace medio año había pagado dos millones por el delantero. Con él competirá por un puesto Jack Harper, traspasado por 1,5 millones por el Málaga. También desde el Pirineo sale hacia Osasuna otro delantero, Chimy Ávila, una de las sensaciones de Segunda División hace dos ejercicios. Su precio fue de 2,7 millones de euros. En Navarra se encontrará con Marc Cardona, que costó 2,5 y con el mediapunta Rubén García, que repetirá curso en El Sadar tras convertirse durante los últimos meses en uno de los futbolistas más determinantes de Segunda. Por 3,5 millones de euros se hizo Osasuna con su ficha.
Gonzalo Melero, un excelente centrocampista de 25 años con más de un centenar de partidos en Segunda, jugará la próxima temporada en el Levante por menos dinero del que se apunta que pagará el Eibar por Edu Expósito. Pere Pons, una de las sensaciones del mediocampo del Girona en su estreno entre los grandes, se marcha al Alavés por dos millones de euros. Por Rubén Peña, reconvertido de extremo a lateral, justo después de que el Deportivo desechase su incorporación, acaba de pagar el Villarreal ocho millones de euros. Quien apunte que Edu Expósito sólo debería de salir del Deportivo por la cláusula de diez millones de euros quizás no considera que el Celta acaba de fichar a Denis Suárez, al Barcelona, por 12,9. Esa tarifa que algunos ven justa por Expósito es exactamente lo que ha pagado la Real Sociedad por incorporar a Portu, un jugador testado y contrastado en Primera División. Y con gol.
Honrar el pasado no debería impedir gestionar ni conocer el presente. Y el del Deportivo es el de un equipo que reduce ingresos a la mitad y del que todos saben que debe dar salida a varios futbolistas. Y así lo hará. Si en ese contexto logra engrosar su tope salarial para acercarlo al de los tres equipos que caen desde Primera habrá puesto las bases para un futuro mejor, un porvenir en el que empieza a hacerse imperativo poner otros sólidos cimientos, los que le den al club una estabilidad institucional. Porque antes de la primavera llegarán el otoño y el invierno y entonces se escenificará una nueva junta de accionistas, la quinta en dos años. Entre el ruido de los sables la pelota tratará de abrirse paso. Tiene pinta de que solo ella puede acallarlos, tal es su poder. Difícil tesitura la de quienes deben aguardar a que no entre a favor de su equipo para alcanzar sus anhelos. Porque sería una excelente señal que Paco Zas fuese presidente del Deportivo los próximos 25 años. ¿O no?