Hace dos años Xabier Rodríguez Campos publicó “Arbi, ¿qué pitas?”, un libro que trata de acercar el arbitraje en el fútbol y su reglamento al gran público, una visión amena y pedagógica de una normativa que muchos dicen saber y pocos se han leído. Estamos ante un árbitro que lleva 16 años en la Tercera División gallega, pero que de formación es periodista. Y aunque no ejerce con el teclado, Rodríguez Campos sabe escribir y explicarse. Por eso habla del libro, del que acaba de sacar una segunda edición actualizada, pero también de sus sentimientos hacia su gran pasión. “Arbitrar me hace feliz”, asegura.
Entiendo que el reglamento del fútbol está vivo y que por eso ha reeditado el libro. O porque lo ha vendido muy bien.
No me puedo quejar por lo segundo, pero en realidad la nueva edición tiene más que ver con lo primero. Siempre cambia algo todos los años en el reglamento. Ahora mismo en la International Board se debate sobre si en el saque de puerta el equipo defensor va a poder tocar el balón antes de que salga del área. Es una variante revolucionaria, con muchas implicaciones tácticas. Pensemos en el Barcelona, que suele sacar en corto y los problemas que tiene muchas veces con la presión alta que le obliga a jugar en largo igual contra su voluntad. Si eso sale adelante habría que integrarlo. Así que mi intención es editar muchos más “Arbi, ¿qué pitas?”. Ver el libro ahora sin que trate el VAR ya queda cojo, así que me plantee actualizarlo. Revisé cuestiones, busqué jugadas nuevas… La segunda edición de “Arbi, ¿qué pitas?” tiene una cuarta parte de contenido nuevo o distinto a la primera.
¿Qué le ha dado el libro?
Muchas cosas. Antes de editarlo te planteas como lo publicas y eso ya es un aprendizaje. Uno puede escribir un diario o poesía y sentirse realizado, pero normalmente siempre te agrada que alguien te lea, aunque sean tres personas. Además soy periodista de formación y escribí menos de lo que me gustaría, lo justo para matar el gusanillo. Y veía que no existía un manual de reglas del juego desde el que hizo don Pedro Escartín. El suyo era algo tremendo, lo tenía todo el mundo. Se vendía hasta en El Corte Inglés y era la bíblia del arbitraje, para nosotros y para los que no son árbitros. A la gente le gusta saber sobre reglas del juego.
Muchas hablan y no todos saben.
Ves un partido de Champions por la televisión y escuchas a Sanchís decir que no se le puede tocar a un portero en el área pequeña… Eso a los árbitros nos hace mucho daño porque es una barbaridad reglamentaria que la escuchan ocho millones de personas. Luego vete tú el domingo a pitar y explica que el reglamento no dice que debe haber una protección especial sobre el portero en esas jugadas. ¿Qué vas a contar tú que eres un pringao, un árbitro de Tercera o de cadetes, si Sanchís dijo lo contrario en la noche de Champions?
¿Es complicado evangelizar con el reglamento?
Un poco por ahí va el libro porque dinero no me da mucho. Descarté la idea de hacerme rico escribiendo porque eso solo lo consiguen cinco o seis en España, así que al menos que no me costase dinero y acercar el arbitraje a la gente. La versión empresarial de la autoedición es interesante de vivir y para mí era un tema desconocido. Al final me quedo con que hice un librito de reglas de juego y hubo cinco, seis, las personas que fuesen, a las que le ha interesado, alguno además lo ha comprado y lo ha leído. He tenido la oportunidad de explicar mi visión del arbitraje y contar alguna batallita, que es algo que me gusta.
¿Falta pedagogía en torno al fútbol?
Sí, claro. La cultura popular del fútbol y la presunta sabiduría es tremenda, la sufrimos los árbitros, pero también los entrenadores. A veces alucino cuando entro en un bar, o en las redes sociales, y veo a la gente cargadísima de razón explicando a quien poner y a quien quitar. El entrenador ha trabajado toda la semana con los jugadores, ha visto cuarenta millones de vídeos, tiene diez tíos a su servicio que dicen como juega el rival… Maneja mucha más información. Ojo, que yo también voy a Riazor y puedo ser crítico sobre por qué juega fulanito y no menganito, pero de ahí a hacerlo de manera pública y cargado de razón va un trecho.
El fútbol también es ese salseo.
Sí, pero debemos poner en perspectiva las cosas. Se puede debatir, pero considerando que no podemos saber más que el entrenador o el árbitro en cuestiones que son de su dominio. En lo nuestro igual es más sencillo que se entre porque son, muchas veces, cuestiones de apreciación. Pero lo peor es cuando alguien discute sobre el reglamento sin saber, cuando te cuentan que ya no existe el penalti y expulsión. Y eso no es cierto porque sí que existe. Pero es que a todos nos gusta opinar de oídas de temas de política, o de filosofía sin ni siquiera haber leído ni la portada de un libro, así que de fútbol ya ni te digo. Luego ocurre que hay jugadores de Primera División que levantan la manos y piden fuera de juego en los saques de puerta.
Hace poco dijo Quique Setién que no se respeta al entrenador, que poco menos que se le trata como si fuese un inútil.
Doy clase de reglas del juego a los árbitros, pero también a los entrenadores. Y me llevo una grata sorpresa con ellos. La gente no sabe el trabajo que hay detrás, que al frente de equipos de juveniles igual hay técnicos de nivel 3 que se han gastado cuatro o cinco mil euros y se han formado durante años. Ignoran todo lo que hay que estudiar, valer, prepararse, el tiempo que hay que echar…. Y al final hay situaciones que dan pena. Merecen muchísimo respeto. Y lo mismo se puede decir de los árbitros, claro.
¿Qué cualidades debe tener un árbitro?
La fundamental es la personalidad, no dejarte influir, transmitir seguridad en ti mismo y tranquilidad, tener un dominio de la situación. Todos tenemos malos momentos cuando empezamos y no siempre estamos tranquilos. Y te equivocas, claro que sí.
¿Cómo gestiona un árbitro el error?
Yo lo llevo fatal. Hay muchas formas de reaccionar. Cuando empezamos somos tan débiles que cuando fallamos queremos creer que no es así, que no ocurrió. Nos interesa ganar fortaleza ante esa debilidad. El árbitro joven cuando empieza no reconoce el error porque cree que le debilita. Y a veces pienso que es lo mejor, porque la mente trabaja.
¿Se entrena como evadirse de un fallo durante un partido?
Muchas veces a los cinco segundos ya sabes que te has equivocado y entonces hay una teoría, que es la de pensar en la siguiente jugada y que un error no te lleve a otro. Los que dicen que nos da igual equivocarnos no saben de lo que hablan. Es fastidiado en muchos sentidos. Es más, le de diré que los árbitros no compensan conscientemente, pero si que somos personas y muchas veces el subconsciente trabaja sin que te des cuenta y te dice que si el equipo en contra del que has fallado gana el partido, el error y la injusticia va a tener menos repercusión. Y al revés: hay quien se pone la coraza para mostrar que ese subconsciente no le vence. Es todo una cuestión mental. Todos vemos que hay árbitros que ante un ambiente hostil se achican y otros que se crecen.
¿Usted que hace?
Yo intento evadirme. Como todos. Pero lo que le quiero decir es que en el arbitraje hay siempre un componente humano. Y eso hay que entenderlo y valorarlo.
Le da clase a árbitros jóvenes, ¿qué se encuentra en las aulas?
De todo un poco. Les falla el tema de la responsabilidad, en el sentido de que un árbitro debe cumplir unos protocolos, cubrir un acta a tiempo, llegar a una hora al partido y respetar unos sistemas. A muchos les cuesta. Después hay una cierta pereza a la hora de estudiar las normas o de entrenar. Tienen que saber la Preferente está al alcance de todo el mundo, si entrenan y estudian. Igual para llegar a Segunda B tienes que tener un talento, pero a Preferente con un mínimo esfuerzo llegas en cuatro, cinco o seis años. No todos están dispuestos a dar el paso y ahora tienen la ventaja de que pueden compatibilizar el arbitraje con la práctica del fútbol hasta los 18 años. En ese momento tienen que elegir.
O sea que el árbitro juega al fútbol.
Claro. Eso que se dice que nunca hemos jugado es mentira. El 99% lo hicimos. Y en A Coruña tenemos muy buenos árbitros que fueron excelente jugadores de fútbol en ligas gallegas o nacionales de juveniles. Y al revés. Miriam, nuestra gran capitana del Deportivo femenino, era una excelente árbitra con 17 años, con una personalidad arrolladora como la que tiene de futbolista. ¡Tenía un estilo…! La recuerdo en una semifinal de la Copa de la Costa con toda una grada detrás. Era menuda, pero dominaba todo. Su entrenador Manu Sánchez hizo el curso de árbitro y llegó a debutar. Y su segundo, Aitor, pitó hasta Primera Regional.
¿Cómo supo que quería ser árbitro?
Siempre quise serlo. En los recreos del colegio me ponía a dirigir los partidillos, me llamaba la atención. Y recuerdo que era muy crítico con los árbitros, siempre decía que tenía que ser fácil aquello. Con 13 años fui a inscribirme en el Colegio de Árbitros y me vieron pequeño y con melena, me miraron de arriba abajo, me dieron un reglamento y me dijeron: léetelo bien y vuelves en unos meses. Me dieron largas, pero regresé al poco tiempo y ya me dejaron ir de juez de línea. Fui a un Oza-Unión Sportiva de juvenil local, que quedó 0-17, con un árbitro que es un genio, Alfredo Mourelle, que es la persona que lleva el bar del instituto de Elviña.
¿Tiene vivo el recuerdo de aquel partido?
Sí, claro. Entonces los líneas se cambiaban de banda en cada tiempo así que me tocaron los 17 goles del Unión Sportiva y no quiero ni pensar cuantos se marcaron en fuera de juego. Era tan servicial y tenía tantas ganas de agradar que cuando el balón salía fuera de banda, más allá de la valla, iba a buscarlo para que siguiesen jugando. Después de hacer seis o siete partidos como juez de línea me dejaron arbitrar un partido de benjamines de fútbol 7, que era la primera temporada que se jugaba en A Coruña. Hasta entonces se jugaba a fútbol once, una locura.
¿De qué año hablamos?
La temporada 93-94, la del penalti de Djukic. Hace 25 años. Debió de ser por estas fechas. El caso es que con trece añitos me planté en el campo de la Leyma, que entonces era de tierra. Aquel primer partido como árbitro principal era un Imperátor-Galicia Gaiteira y siempre me acordaré del capitán del Imperátor, un niño muy rubio. Cada vez que le pitaba me fijaba en él por su cara de buen chaval, como se movía y como se relacionaba con el árbitro, con tanto respeto. Sí, era Álex Bergantiños. La verdad es que nunca se lo he comentado esto que le digo ahora.
¿Él llegó a Primera División? ¿Usted tenía esa expectativa entonces?
Sin duda. Pensaba que los árbitros de Primera eran muy malos y que aquello era pan comido. Muy pronto me di cuenta de que no iba a llegar.
Al menos escaló hasta Tercera. ¿Por qué no pasa de ahí?
Porque no pude. Mi forma de arbitrar no entronca mucho con el sistema. No es que sea un verso libre ni me invente un reglamento…
O sea, el profesor de reglas del juego no entronca con el sistema.
Algo así. Normalmente no me gusta amonestar al jugador por protestar, me corto en sacar tarjetas y eso me resta ante los informadores. Me sobra diálogo para ser un árbitro de manual. Luego está el estilo. No se dice en ningún sitio que el árbitro tenga que ser estiloso, pero sí que se valora que tengas una buena técnica de carrera, una buena coordinación.
¿Es lo ideal eso? Se trata de pitar no de parecer estiloso.
Posiblemente no sea justo porque si logras estar cerca de la jugada debería dar lo mismo que llegues con las rodillas hacia fuera que con una zancada espectacular, pero también es cierto que la elegancia y la complexión física es un plus de autoridad para un árbitro, transmites más esa idea.
¿Entrenan la técnica de carrera y la gestualidad?
Muchísimo. Y si lo hubiese hecho más en su día mejor me hubiera ido. La he conseguido mejorar, eso sí. Y además estoy mejor físicamente con 39 años de lo que estaba con 24. Antes entrenaba a medio gas y tenía sobrepeso. Ahora estoy fino. Yo mismo me autolimité, pero entre que mis condiciones no eran de un árbitro de Primera y que tenía una forma de pitar con la que me sentía cómodo me quedé en Tercera. Me faltó sacrificio para escalar un poco más.
Eso mismo lo podrían decir muchos futbolistas con los que trata cada fin de semana en Tercera División.
Sin duda. Pero yo soy muy feliz en Tercera. Jamás me ha frustrado no pitar en una categoría superior. Tampoco he sentido que lo he tenido cerca ni me he dejado las narices para conseguirlo. Igual hasta hubiera subido, pero a los tres o cuatro años seguro que me hubiesen mandado de vuelta a Tercera y hubiese sido más complicado. En Tercera cada año que pasa soy más feliz que el anterior y en todos lo he sido mucho. Cada día siento más alegría por arbitrar porque conoces a la gente y me conocen, Para mi arbitrar es casi una fiesta social. Ahora se pita casi desde el sofá, el comportamiento de jugadores y entrenadores ha mejorado mucho. Hace más de veinte años, en Segunda Regional, entre que no podía con la situación, la inexperiencia y el comportamiento que había en muchos partidos con gente protestando por casi todo sobre el campo miraba el reloj como diciendo a ver cuando se acaba esto. Ahora algún partido se puede enquistar, pero en el 90% no protesta nadie. Hemos conseguido entre todos cambiar el fútbol en eso. Al menos en Tercera porque en el fútbol base hemos ido en dirección contraria.
¿Se ven más cafradas en la base?
Muchas más, pero no de entrenadores o jugadores sino de padres. Ese es un gran problema. Antes llegabas el lunes al colegio de árbitros y al hacer recuento en Segunda y Tercera Regional le habían pegado a fulanito, habían saltado al campo… En la base no pasaba nada. Ahora es al revés. En el partido de cadetes o de infantiles es en el que hay problemas. O más abajo incluso. Es la sobreproteccion al hijo, el decir que mi hijo no puede perder, ni puede recibir una patada, ni ser sustituido o ser suplente. Ya ni le digo de las fantasías de algunos padres que creen que a su chico lo va a fichar el Deportivo para sus equipos de base y el arbitro o el entranador no van a ser quien de impedirlo. Hay padres que meten al chaval en un equipo determinado porque así creen que van muchos ojeadores a verlo. Hay una fantasía lamentable de los padres con estos temas y es la base de tantas situaciones violentas como se producen.
El otro día estuve en un partido en el que un tipo le llamó subnormal a un chico de quince años del equipo que jugaba contra su hijo. Por suerte el padre del chaval no reaccionó violentamente.
Ocurre todas las semanas. Hace poco en un partido de juveniles se lió porque un señor tardó en darle el balón que había salido a un chaval y bajó uno de la grada a montar bronca. Se liaron los padres a empujones y el partido se suspendió. En el Colegio de Árbitros le preguntamos al compañero que pitaba el partido cual fue la reacción de los jugadores y nos contó que se pusieron a separar a los padres para poder seguir jugando. Es el mundo al revés.
Hay mucho padre entrenador en la grada dando instrucciones.
La gente no se da cuenta. No le puedes decir al chaval que juegue o que pase la pelota. No le metas presión. No puede ser que de los campos de la Torre salgan padres más cabreados que el hijo porque han perdido. Ojo, también hablamos de un porcentaje muy reducido de gente. La mayoría de los padres actúan con normalidad. Puede parecer que defiendo más al entrenador que al árbitro, pero yo puedo aguantar a esos padres con mal comportamiento durante noventa minutos, pero el entrenador lo tiene que hacer el martes, el jueves y el fin de semana. Antes el fútbol base era gratis, ahora pagan por un servicio y para que los clubs subsistan y con eso se creen con derecho a exigir determinadas cosas. No lo tienen.
Ahora hay escuelas de padres.
Y está cojonudo que las haya, pero también son una mentira. Y me explico. Estuve en varias, en la del Victoria, en la del Xallas en Santa Comba, en Arteixo. Iniciativas maravillosas todas, pero sucede una cosa: allí estaban todos los convencidos. Hablé para los padres que ya saben cual es la actitud correcta.
¿Qué le diría al que insulta?
Que no lo haga por mí, que porque me llamen burro en un campo voy a dormir igual de bien, pero que se calle por su hijo. ¿Qué educación le das si te ve insultar a alguien que se equivoca? O que crees que se equivoca. ¿Luego si el chaval me lo llama a mí le van a echar la bronca? Que piensen en que son educadores.
En realidad lo que son es justificadores.
Yo no soy pedagogo, pero no creo que haya una forma de educación en la que digas que yo le puedo llamar burro a alguien, pero tú no lo hagas. Además en juveniles o en fútbol modesta ya hay una autonomía de la persona, pero más abajo los chicos que ven a su padre o al entrenador protestar van a ir detrás de ellos.
¿Qué es lo que más le duele a un árbitro?
Me revienta que me insulten en un partido de futbol base. A veces me animo a pitar a infantiles y como ya llevo un tiempo en esto me animo a aportar algo más que señalar faltas o saques de banda, hablar con los chavales, explicarles cosas… y ves a un padre insultándote en la banda. En esos momentos es muy difícil, y no lo podemos hacer, no contestar. Otra cosa que me enfada son los comentarios de intencionalidad. Que me digan que soy malo vale, pero que pito de determinada manera porque tal equipo “es el grande” o porque “ya se sabe lo pasa en este campo”, que los de Vigo nunca pueden ganar en coruña o al revés… Eso me molesta. He pitado muchas veces al Deportivo contra el Celta en cadetes o juveniles y unas veces gana uno y otras otro.
¿Su recuerdo más amargo en un campo?
Cuando me pegaron. Fue en Elviña en 2004, en un partido de juveniles el año que empecé a arbitrar en Tercera. Debí haber visto que la cosa estaba muy caliente y llamar a la policía. Un chaval me protestó y le saqué tarjeta amarilla, entonces otro me insultó y lo expulsé y el primero me dio un puñetazo en el labio. El dolor físico no fue grande, pero el psicológico sí. Llegué al vestuario, estaba solo porque pitaba sin jueces de línea y allí no paraba de pensar que yo era el gilipollas del mes, que quien me había mandado ir allí solo, que no había hecho daño a nadie, solo había pitado lo que había visto y me iba con una hostia de un chaval de 18 años. Me sentí impotente, no entendía por qué me pasaba aquello si lo único que hice fue intentar arbitrar un partido.
¿Qué hizo después?
Denuncié, obviamente. Pero más que nada por causar la molestia al agresor y que viese que actuaciones así van más allá del deporte. Le pusieron una multa leve y listo, aparte de la sanción de no poder jugar durante un tiempo.
¿Y lo más grato que ha vivido?
Que te reconozcan tu labor, conocer a tanta gente que cuando ven que les vas a arbitrar te reciben de buen grado. No puedo ser amigo de los jugadores, pero después de tanto tiempo la relación es fluida y siento que muchos si te pueden echar una mano lo hacen. Si eres cercano al futbolista, él te corresponde.
¿Ha cambiado el perfil del árbitro en 25 años?
Muchísimo. En los ochenta todos recordamos árbitros regordetes en la élite. No eran profesionales en lo económico y arbitraban un fútbol más lento. Ahora el arbitraje se ha prestigiado. Antes para meterte a pitar tenías que estar directamente loco, ahora ya no se percibe así, se nos ve como un deportista más. De Segunda B para arriba todos los árbitros son auténticos atletas y en Tercera yo diría que casi todos también porque sino sabes que te vas a Preferente y de ahí para abajo también si no cumples unos requisitos. Antes llegaban a Primera con 35 años y ahora casi todos con menos de la treintena. En Segunda B hay chicos de 20 o 22 años. Se ha rejuvenecido el arbitraje.
¿A usted a que edad le jubilan?
Puedo pitar en Tercera esta temporada y otra más. Me gustaría que cambiasen la norma. Ya no le veía sentido cuando tenía 24 años y menos se lo veo ahora. En Preferente puedo pitar hasta los 45 y en fútbol base hasta los 60, así que me quedan más de veinte años en activo. Estoy casi en el ecuador.
¿Pero va a apurar hasta ese último sorbo?
Sin duda. Me iré a Preferente encantado. Y si no me quieren ahí me voy más abajo. Mire, yo me lo paso bien arbitrando. En Segunda Regional no hay esos campos ni esos jugones de Tercera División, pero hay cosas muy bonitas y el grado de concentración si me apura debe ser mayor porque hay más contactos y agresividad. Todos los partidos en todas las categorías tienen sus retos.
¿Y un árbitro periodista como ve el periodismo?
Pues veo que la cosa va a peor si entendemos por periodismo deportivo algunas cosas que se ven en televisión, pero entiendo que se hacen para captar audiencia. SI hablas de fútbol igual te ven 100.000 personas, pero si salen unos periodistas con bufanda y sobreactuando igual multiplicas esa audiencia por diez. El periodismo convierte al árbitro en un show y alarga los debates de manera artificial, se va más allá del juicio a una actuación. Antes había otros patrones, pero creo que también hay un periodismo muy bueno en deportes, reportajes en Panenka, en El País, en El Mundo… trabajos objetivos, sin sesgo y muy bien trabajados. Pero hay en general una tendencia a la vulgaridad y más si hay árbitro por medio.
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